"La verdad tiene un sabor a disparate y a confusión, a locura y a sueño, como la vida de todos los hombres que ya no quieren seguir engañándose a si mismos. Hermann Hesse"

20 de noviembre de 2008

Miguel Rix - El Galle y las drogas

Fragmento de la obra Vuestros Hijos Bastardos de Miguel Rix.


El Galle y las drogas

El galle sabía drogarse; de eso no hay duda-, pero el resto era distinto, él conocía la delicada línea que no has de cruzar en ciertos momentos, bajo el efecto de ciertas drogas en ciertos sitios. Pero había mucha gente que se drogaba para poder ser, y claro: nunca fueron, nunca son, y lo que es peor, de seguir utilizando aquellos métodos- nunca serían.
Había otros que se drogaban para no estar, otros se drogaban para estar todo el rato: omnipresentes, aunque no tuvieran nada que decir: nada nuevo que decir. Tan sólo querían que la noche no acabara nunca, quien sabe si porque les aterraba la idea de volver a su vida;... me va bien..., a la mañana siguiente. Había gentes que se drogaban buscando con ello a la chica o al chico de sus sueños, y claro estaban tan drogados que, cuando éste o ésta se les cruzaba por delante, tenían la cabeza como un bombo... como para darse cuenta de algo...

Había otros que se drogaban porque no sabían hacer otra cosa, lo llevaban haciendo desde siempre, y para ellos el llevar su gramito de coca y sus diez euros de chocolate en el bolsillo, era como para otros el lavarse los dientes después de comer, o el puto cigarrito de después de tal. Las drogas les daban el punto necesario para acabar sucumbiendo a los catorce pelotazos cargaítos que el galle les ponía mientras ni pinchaba para ellos, ni escuchaba su constante y monótono ronroneo compuesto por chistes, piropos mal tirados a gentes mal elegidas, en momentos mal hallados. Al galle no le gustaba la gente que se drogaba porque sí. Al galle le gustaba enseñar a drogarse a la gente, y a muchos de ellos había que recomendarles que ni siquiera les hacían falta las drogas o bien para seguir toda la vida durmiendo, o bien porque les despertaban demasiado sus mentes, y hay mentes que más vale que sigan dormidas... los durmientes no generan violencia...

Y al galle le gustaba aquello de impartir una cátedra que por ilegal, permanece vacante en la universidad de la vida. A él le gustaba ejercer de catedrático de drogología, a él le gustaba la objetividad de quien conoce a fondo las sustancias, que como bien escribió Paracelso, pasan de curar a matar con sólo variar su dosis: pasan de ser medicina a veneno tan solo con tomar una mayor cantidad. Al galle le gustaba que la gente leyera el libro que tenía siempre en el bar (uno de ellos), ese que se llamaba: "Aprendiendo de las drogas", de un señor lúcido (como le decía Dante a Hache en aquella maravillosa peli) como es: Antonio Escohotado.


-
¡Coño, Javi!- dijo el galle al ver que por fin éste se había levantado de la silla eléctrica donde llevaba juzgándose toda aquella noche- Mira Javi, éste.-refiriéndose a Miguel-, es el bajista que nos faltaba. Vamos a cantarle a la vida, yo voy a cantar para que despierten, y tú vas a tocar la guitarra, y éste el bajo.

-¡Me parece correcto! -dijo Javi animándose súbitamente-.

-Habría que ver cómo tocas la guitarra -dijo Miguel.

-Con el alma. Yo le he escuchado porque ha tocado aquí un par de veces, ¡y te digo que con el alma tío!..., ¡con el alma!, y encima es un chaval... y a ti y a mí, nos va a venir bien ser adolescentes de nuevo -el galle se lo dejó todo muy clarito a Miguel.

-Pues sí, ¡me apunto a la idea!... ¿Y qué es de tu vida chaval?

-Me acabo de pirar de casa, y soy un bastardo, y ahora pongo sobre la barra mis últimos cinco euros... ¿me das cerveza galle?

-Hijos bastardos... ¡Ya lo tengo! -Miguel se refería al nombre del grupo.

-No -el galle siempre tenía algo que aportar-: Vuestros hijos bastardos.

-¡Claro!, vamos a cantarles a ellos, y les van a cantar los que ellos más odian: sus hijos -Javi terminó con la discusión sobre el nombre del grupo y cambió de tema-. Oye galle ¿quién es ese de la mochila, el que está sentado escribiendo? -se referí a mí, ¡claro!. Allí no había más locos... ¿o sí?...

-No sé si un loco o un poeta; pero me debe un poema... ¡oye tú...!, ¡me debes un poema! -me gritó desde la barra.

Entonces me levanté y acerqué mi cuerpo y mi casa hacia ellos para dejarles el poema sobre la barra. Antes tuve que pedirle una bayeta al galle, no es muy limpio..., buena gente, pero no es limpio no.

El galle cogió las hojas y me las dio de nuevo:

-No, a mí me vale con que nos lo recites a todos; pero el poema -sea bueno o malo- es tuyo.

Yo acepté, y el galle quitó la música que estaba entonces sonando, y en su lugar puso la banda sonora de "Braveheart" -muy bajita -. La gente comenzó a acercarse a la barra, incluso salió el pastillas que llevaba todo el día ¿o noche? hablando de sus fantasmas con el hada a la que apenas pude llegar a ver ...

Y recité el poema...

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